Teatro real las bodas de figaro

Música de Las bodas de Fígaro

El veterano y brillante director de escena Emilio Sagi explica que, en sus Bodas de Fígaro, la localización de Sevilla no es un mero fondo decorativo, sino «un personaje más». Así, con la inspiración teatral de una ciudad de ópera muy singular, la producción de Sagi de Las bodas de Fígaro despliega un laberinto de pasiones, infidelidades y conflicto de clases sociales en la encrucijada de los cambios del siglo XVIII para anunciar una nueva era. Esta primera colaboración entre Mozart y su libretista Da Ponte es una maravilla de perspicacia psicológica, lenguaje innovador y las más bellas arias, que permanecen con nosotros para siempre.

Las Bodas de Fígaro es un conjunto de mecanismo preciso: un artefacto intensamente coral que requiere un reparto excelente. Y el Maestranza lo tiene. Un compacto equipo internacional de cantantes encabezado por el barítono Alessio Arduini, la soprano Natalia Labourdette y el barítono Vittorio Prato. Al frente, el director de orquesta Corrado Rovaris, director musical de la Ópera de Filadelfia. En 2019 cosechó un gran éxito en el Maestranza con su incisiva lectura de Don Pasquale de Donizetti. Todo ello encorsetado en una producción del siempre elegante y cristalino Emilio Sagi, al que el Teatro de la Maestranza espera con expectación, tras la imposibilidad de poner en pie su ansiada visión de Carmen en 2021. Ahora, Sagi regresa a Sevilla para iluminar uno de los rompecabezas mozartianos que, aún con el paso del tiempo, sigue mostrando nuevos ángulos.

Carlos Conde ofreció una lección/recital de Las bodas Figaro

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Mozart – Las Bodas de Fígaro (Obertura), K. 492

Lorenzo Da Ponte, libretista de Le nozze di Figaro, tuvo que sustituir el discurso con el que Fígaro concluye su crítica a la nobleza por un aria dirigida contra la infidelidad de las mujeres – «Aprite un po’ quegli occhi»- para que José II de Austria revocara su decisión de prohibir la polémica comedia con toques revolucionarios de Pierre Beaumarchais. A pesar de ello, ninguno de los cambios introducidos por el libretista mermó lo más mínimo el subtexto subversivo que se proyectó hasta nuestros días: la brillante e inteligente denuncia de la tiranía y el patriarcado de siempre.    A decir verdad, la ópera buffa era -desde los tiempos de La serva padrona- un universo de ficción en el que una mujer de clase social inferior podía imponerse a un hombre de estrato superior con audacia y una sonrisa interminable.    Sin embargo, Le nozze di Figaro llevó este marco a un nivel nunca visto, en el que los personajes controlan menos la situación cuanto más arriba en la escala social ( y de género) se encuentran.

Zapata: Don Basilio

Para quienes asistieron el año pasado a la producción inaugural de la temporada del Teatro Real -una versión todo canto y todo baile de Il barbiere di Siviglia de Rossini- Le nozze di Figaro de este año habrá llegado como la secuela natural que es literalmente. El público disfrutó de una atmósfera similar -el escenógrafo Emilio Sagi está detrás de ambas producciones- y tuvo la siempre divertida ocasión de observar a esos personajes familiares más tarde en la vida y bajo la nueva (revolucionaria) luz de Mozart.

La experimentada, atenta y fiable batuta de Bolton propuso una obertura viva, pero nunca precipitada. Diseccionó las diferentes voces de una orquesta que sonó matizada y segura, preparando así el escenario, por así decirlo. Al levantarse el telón, demostró rápidamente que tampoco iba a descuidar a los cantantes. Los guió a todos con claridad y supo encauzar rápidamente los pocos momentos de desincronización entre ellos y la orquesta, y entre la orquesta y el coro. Es cierto que a veces la orquesta eclipsó a algunos cantantes, pero probablemente se debió más a la diversidad de voces en escena que a un desequilibrio general. Al fin y al cabo, es un hecho que no todas las voces son iguales; ante nosotros hubo un buen ejemplo.